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1. Introducción
La campaña de eficiencias de riego que comenzó en diciembre de 2017 tuvo en un inicio múltiples objetivos que fueron convergiendo a medida que se realizaban las evaluaciones. La actualización del balance hídrico del río Mendoza o el ajuste del modelo de riego acordado para la Inspección Canal Bajada de Araujo fueron los disparadores. Con estos objetivos comenzaron a realizarse las salidas a campo. Con el transcurso del tiempo, sumado a la experiencia que comenzaba a acumularse, se fue generando una herramienta independiente para la generación de datos e indicadores, en y sobre el territorio, que responde a varias demandas internas de la gestión que realiza el Departamento General de Irrigación (DGI). Las evaluaciones de eficiencia de riego se instituyeron en una herramienta de intervención sobre el área de gestión del DGI y en un monitoreo de variables intra-finca que constituyen una importante base de información para la formulación de proyectos y la toma de decisiones.
El despliegue territorial, más allá de que haya sido restringido a tres zonas de riego de la cuenca, ha sido una de las características más destacables del proceso. La zona de influencia abarca a más de 22.000 ha empadronadas y más de 13.300 ha cultivadas. La recolección de variables cuantitativas de interés para la Gestión Integrada del Recurso Hídrico (GIRH), a través de la recorrida de las zonas y áreas de estudio, han generado una mayor riqueza en el conocimiento extraído. En las evaluaciones de eficiencia de riego se aplica una metodología holista de la realidad del uso agrícola del agua, ya que lleva adelante un intercambio con los principales protagonistas de un proceso de cambio en las técnicas tradicionales de riego.
Figura 1: Riego de tomate en Costa de Araujo
En todo ese proceso se ha recolectadoun gran número de observaciones, consideraciones, puntos de vista, opiniones y apuntes que van más allá de los datos numéricos que los explican y que les dan sentido en el marco de una realidad socio-cultural que es inapelablemente condicionante.
Este escrito pretende recopilar esas observaciones y ligarlas a los resultados que se han obtenido para lograr un mejor entendimiento de la situación actual y encontrar las mejores vías para operar los cambios que demanda la creciente escasez hídrica que viven los oasis de nuestra provincia.
2. Aproximaciones sobre los resultados obtenidos
Los resultados que arrojaron las distintas evaluaciones fueron evidenciando algunos patrones que describen el riego superficial en la región. Los principales indicadores que se muestran en la Tabla 1 dan cuenta de un riego promedio con valores que se acercan a los satisfactorios propuestos por Roscher (1985) para el caso de la UD, satisfactorios para el de la EAP, y buenos para el caso de la EAL. A pesar de dichos patrones, la primera de las observaciones que parece asomar es la alta variabilidad de situaciones existentes. Cada combinación específica de ambiente, situación económica y tradición productiva, genera sistemas de riego diversos en una misma unidad administrativa de manejo. Por eso, si bien existen tendencias en los indicadores, siempre debe considerarse el amplio rango de casos que se encuentran. Esta variación hace complejo un abordaje estandarizado de los parámetros que se miden, y vuelven aún más necesaria la incorporación de características cualitativas para describir y entender el escenario en su totalidad.
Tabla 1: Indicadores de eficiencia de riego (media y desviación estándar) en el tramo inferior del Canal San Martín
ZONA |
Eficiencia de Aplicación (EAP) |
Uniformidad de distribución (UD) |
Eficiencia de almacenaje (EAL) |
Adecuación del riego (ADlq) |
Quinta Zona |
65,8 % (22,5%) |
78,3% (18,3%) |
94,2% |
1,14 (0,62) |
Sexta Zona |
52,1% (12,3%) |
82,1% (16,9%) |
82,7% |
1,23 (0,70) |
Promedio |
62,2% (21,1%) |
79,3% (17,8%) |
91,0% |
1,17 (0,64) |
Fuente: Departamento General de Irrigación.
Al analizar las conclusiones de las evaluaciones, se evidencia que más del 40% tuvieron como recomendación principal para optimizar el riego la disminución del tiempo de aplicación. Por otra parte, un porcentaje equivalente tiene recomendado ajustar la nivelación de la parcela. En el primer caso la recomendación de disminuir el tiempo de riego es concordante con lo observado a nivel de la EAP, cuyos valores medios se encuentran entre el 57% y el 68%, lo que indica que cerca de un tercio del agua utilizada percola en profundidad (al tratarse mayoritariamente de riegos sin desagüe al pie). El riego en exceso, es decir con una lámina que supera la factible de ser almacenada por el suelo, es frecuente en la zona, y encontrar las causas de dichos excesos es importante para entender realmente cuál es la situación desde la que se parte para realizar recomendaciones. Se calcula un promedio de 435 m3/ha que se pierden casi en su totalidad por debajo de la profundidad de mayor exploración radicular.
Estos resultados indican un potencial de mejora que resulta evidente en los números, pero que se vuelve mucho más complejo en el traslado de dichos números a la realidad y que demanda un conocimiento y un seguimiento más intensos y exhaustivos de la misma.
Figura 2: Riego de vid en Nueva California
3. Conocimientos socio-culturales
Al identificar las causas de las ineficiencias en el uso del agua, es común afirmar que los regantes tienen un desconocimiento sobre las propiedades de retención y conducción del agua en el suelo, pero esto no ha sido verificable en los casos que se han relevado. Los regantes demuestran un conocimiento rudimentario sobre las características más importantes de los suelos, pero esto no significa una no coincidencia de dicho conocimiento con la realidad, más bien lo contrario. Es común encontrar regantes que conocen al detalle la distribución de las diferentes manchas y capas texturales dentro de la propiedad o incluso en profundidad. Se han encontrado casos en donde el regante ha descrito el suelo de la finca y las diferencias que presenta en los distintos cuadros, contradiciendo lo que se intuyó en una primera estimación visual superficial, y luego, dicha descripción, ha sido corroborada al perforar con pala barreno para extraer las muestras, o al obtener los datos de volúmenes de sedimentación del laboratorio. Lo rudimentario de dicho conocimiento está relacionado a la falta de un sustento técnico a la hora de explicar la relación que existe entre esas propiedades del suelo y el comportamiento del agua en él. Por otra parte, existen numerosos casos en donde hay un desconocimiento sobre la composición y las propiedades del suelo, pero no es lo más frecuente. De esta manera todo abordaje para iniciar una evaluación de riego debe partir del supuesto de que el regante conoce medianamente el suelo de la finca que riega.
A pesar de ésto, y como señalamos, dicho saber no es utilizado correctamente para la toma de decisiones respecto al riego. Una de las falencias más repetidas en el manejo cultural es la de no considerar la capacidad máxima de retención hídrica por parte del suelo. Su heterogeneidad hace difícil una descripción generalizada, pero se puede afirmar que la mayoría de los suelos han sido coincidentes con la descripción de la serie 'Tres Porteñas' y en menor medida con la serie 'Lavalle' que describe Romanella (1957). Las texturas que predominan son las más gruesas, aunque ocasionalmente se han encontrado franjas o sectores en los que se ha depositado material fino en alguna etapa de la formación de los suelos por procesos aluvionales, descubriendo capas arcillosas a diferentes profundidades. Pero la categoría textural más frecuente, entre las muestras tomadas, fue la arenosa (VS<85ml%g), y la franco arenosa (VS<95ml%g) entre los promedios por finca. Esta predominancia de texturas gruesas reduce considerablemente la capacidad de los suelos para almacenar agua y aumenta la velocidad de infiltración y percolación en profundidad, al ser mayor la proporción de agua gravitatoria. Esto hace de los suelos regionales, suelos con una limitada capacidad de retención hídrica, por lo que resulta contradictorio con la concepción cultural arraigada de que "mientras más agua, mejor". Entender que el suelo tiene una capacidad limitada para almacenar agua es un proceso que requiere cierto nivel de abstracción, ya que esta idea se contrapone con el hecho de que toda el agua que se ingresa, tarde o temprano termina infiltrando. El concepto de profundidad útil resulta clave para demostrar que gran parte del agua que se agrega en exceso se pierde por percolación por debajo de la zona que mayormente exploran las raíces. Como criterio general establecemos que dicha profundidad es de 1m para cultivos frutales y vid y de 0,5m para la mayoría de los hortícolas, aunque también depende de otras condiciones edafológicas (como la presencia de capas endurecidas o compactadas), hidrológicas (como el nivel freático) y fisiológicas.
Aquellos regantes que demuestran un conocimiento sobre el tipo de suelo que encuentran en sus fincas y sobre las condiciones de cultivo en general, suelen aplicar técnicas de riego en consecuencia, pero no siempre acordes a los fundamentos técnicos correctos. Esto provoca errores que llevan a deficiencias en la gestión del turnado. No obstante, es importante destacar que el conocimiento que tienen los agricultores sobre las características del suelo proviene de la experiencia en riego, en observar los tiempos de receso (o la velocidad con la que el agua "se chupa"), en laborear o en recorrer diariamente las parcelas. Esta experiencia, debe ser siempre el punto de partida desde el cual se diagnostiquen problemas y se propongan las respectivas soluciones.
4. Variables de manejo para las recomendaciones de riego
a) Mano de obra
b) Nivelación del terreno
c) Caudales de manejo
d) Sistema de riego: melga versus surco
e) Infraestructura de riego
5. Conclusiones
Las observaciones realizadas en el contexto de las evaluaciones de eficiencia de riego nos aportan una gran cantidad de información que complementa los datos cuantitativos y les aporta volumen. La sistematización de esta información es fundamental para progresar en la comprensión y el análisis de los agroecosistemas irrigados de la provincia.
El potencial de mejora en los indicadores de desempeño del riego queda en evidencia al analizar el contexto en el que se producen. Sin embargo, sólo considerando dicho contexto es que es posible realizar las recomendaciones adecuadas para optimizar el rendimiento del agua. No considerar los condicionantes culturales y económicos puede llevarnos a esfuerzos inútiles a la hora de cambiar la realidad del sector, ya que las propuestas corren el riesgo de ser impracticables. La adaptación tecnológica debe darse en armonía con las posibilidades y capacidades de los productores agropecuarios y trabajadores del sector. Para ello resulta indispensable apuntar esfuerzos a orientar la perspectiva de aquellos que toman decisiones respecto a la inversión en riego hacia la priorización de esta temática en el esquema de producción, apuntando al agua como factor clave y limitante.
El diálogo con los actores del territorio debe ser constante, para generar una dinámica que permita diagnósticos más ágiles y, por tanto, inversiones más eficientes de los presupuestos comunes. Las propuestas de mejora deben transformarse en criterios de riego e inversión que repercutan en el sentido común del regante, para consolidar procesos de cambio hacia una mayor eficiencia de riego superficial.
Figura 3: Conducción interna del agua
Variables de manejo para las recomendaciones de riego
a) Mano de obra
Uno de los principales condicionantes, si no el más importante, para llevar adelante una correcta operación de riego es la disponibilidad de recurso humano idóneo. Es decir, el manejo del turno requiere conocimientos específicos que influyen en la capacidad de hacer un óptimo aprovechamiento del agua. Esto incluye conocimientos técnicos sobre las propiedades físicas del suelo, la mecánica de la distribución del agua o los requerimientos hídricos del cultivo, pero también otros conocimientos derivados de la experiencia en la operación de cauces de riego, que son tan o más relevantes que los primeros. Así, la experiencia es una de las condiciones más valoradas en un buen regante, ya que es la que le permite maniobrar con mayor facilidad y así lograr buenos rendimientos.
Sin embargo, es común encontrar casos en los que el encargado de la finca no toma decisión alguna durante toda la duración del riego, sino que aplica un esquema preestablecido de distribución. Esto no quiere decir necesariamente que se trate de riegos ineficientes, ya que el origen de ese esquema de riego puede haber sido criterioso y evaluado en algún momento, pero al no considerarse las inevitables circunstancias que hacen de cada evento de riego una situación distinta, se corre el riesgo de que dicho esquema no sea útil para lograr un riego eficiente. Es el caso de aquellos regantes que aplican el caudal que les ingresa un tiempo fijo por cada unidad de riego, independientemente de si el caudal varía durante el turno o de un turno al otro, de si el suelo está asentado o no, o de si el cultivo realmente lo necesita. En estos casos hablamos de un riego “automático” o “semiautomático”, ya que la operación del personal encargado se limita a la apertura y cierre de las compuertas y bocas, muchas veces estando ausente el resto del tiempo. Se trata en general de fincas en donde no existe un regador propiamente dicho, es decir, en donde no existe una persona especializada o capacitada para dicha tarea específicamente.
Figura 1: Operario abriendo tapón de tierra sobre reguera central
En este sentido se ha evidenciado que la dedicación al riego depende en gran medida de la relación laboral o de titularidad de quien lo ejecuta. Es decir que se puede distinguir, a priori, diferencias entre los regantes según sean contratistas, empleados, arrendatarios, o propietarios (por mencionar las situaciones más frecuentes) de la finca o parcela en la que trabajan. La dedicación es mayor en aquellos que son propietarios o arrendatarios, encontrándose entre ellos también a los de más experiencia, y es menor en quienes tienen una relación laboral de dependencia directa o indirecta. La concurrencia de varias responsabilidades en una misma persona también es un condicionante para lograr un riego eficiente, ya que se diluye la especialización necesaria y el tiempo dedicado a cada competencia.
Las recomendaciones que se pueden llegar a realizar para mejorar el riego en una finca deben necesariamente considerar primero la disponibilidad de mano de obra que se dedique específicamente a esa tarea. Toda planificación tendiente a mejorar el uso del agua que no tenga en cuenta este aspecto como criterio excluyente, se vuelve inútil y estéril.
b) Nivelación del terreno
La realidad indica que el criterio más común que se aplica para operar el turno dentro de las fincas es el tiempo de avance del agua en los surcos o melgas. Este criterio busca que las zonas más desfavorecidas de la unidad de riego (por topografía, distancia, textura del suelo, etc.) reciban al menos la mínima lámina de agua que requiere el cultivo. Este concepto como criterio para determinar el tiempo de riego resulta el más adecuado, ya que establece un piso de oferta para toda la tapada. Sin embargo no resulta suficiente para considerarse un riego adecuado, ya que para ello deben cumplirse también otras condiciones. En primer lugar, debe ser acertada la estimación de la lámina requerida para el cultivo en el momento de riego en función de la capacidad de retención hídrica del suelo, de su contenido de humedad previo y de la variabilidad de la demanda del cultivo a lo largo de su ciclo. Esto, aunque pareciera obvio, es importante de resaltar, ya que no existe posibilidad de lograr un riego que no sea ni excesivo ni deficitario si no se conocen las demandas del cultivo, tanto en las diferentes estaciones como en las distintas etapas del desarrollo vegetativo. Esta estimación, aunque no es exacta, debe ajustarse lo más posible, teniendo en cuenta la experiencia del regante, pero complementada por el conocimiento científico-técnico que existe (y abunda) para la región.
Figura 2: Medición del nivel longitudinal en el sentido de avance del agua
En segundo lugar está la nivelación del terreno. De las modelaciones de los eventos evaluados durante esta campaña se observa que la nivelación es crítica para un riego uniforme. Mientras más problemas de niveles haya, más diferencia existirá entre los sectores más favorecidos y los más perjudicados de la misma unidad, incrementando las pérdidas por percolación profunda en los primeros mientras se busca satisfacer a los segundos. El retoque de niveles es una práctica que debe realizarse con regularidad para mantener buenas condiciones para el avance del agua a lo largo de los surcos o melgas. En cultivos perennes, la nivelación longitudinal puede irse deformando con los sucesivos laboreos del suelo, acumulando suelo de arrastre al pie y a la cabeza de las hileras, o creando bajos y altos que son un obstáculo para el frente de agua y crean zonas de encharcamiento. Estos problemas son visibles en riegos prolongados y suelos de baja infiltración, en donde aparecen áreas inundadas diferenciadas de otras a las que al agua le cuesta alcanzar, pero son más peligrosos en suelos de textura gruesa, en donde la alta infiltración acentúa las desuniformidades. En cultivos anuales es común realizar nivelación y emparejamiento del suelo previo a la implantación, por lo que los problemas de uniformidad no son tan frecuentes. Actualmente la tecnología de nivelación láser permite obtener muy buenos resultados. En cuadros mal nivelados el criterio del piso de riego se vuelve un gran generador de ineficiencias, ya que mientras el agua demora en llegar a las zonas más favorecidas, la infiltración continúa en otros sectores en donde el agua se encharca y percola por debajo de la profundidad útil.
Que la principal recomendación sea la disminución del tiempo de riego nos señala que, aunque el criterio del tiempo de avance sea el más adecuado para definir la suficiencia de un riego, este no es convenientemente aplicado en todos los casos. Se suele regar alargando el tiempo de riego por encima de lo necesario, provocando láminas percoladas que repercuten a la baja en la EAP media. Esto es consecuencia de una nivelación despareja o no corregida más que de pendientes generales de terreno inadecuadas.
c) Caudales de manejo
El caudal de riego es otra de las variables que se puede manejar parcialmente para lograr un riego eficiente. Al programar el turnado repartiendo el agua disponible entre los regantes a nivel de cuenca y de Inspección de Cauce, automáticamente surge de los cálculos el caudal que se recibe en la finca. El margen, para cambiar esa programación, es sumamente estrecho, ya que cualquier cambio altera el cronograma entero. Por ello, el caudal de ingreso a la finca no es una variable sobre la cual se pueda decidir en un riego superficial con agua de turno. También son escasos los márgenes para operar el caudal que eroga una bomba que extrae agua subterránea (además de tratarse en general de caudales bajos), comunes en la zona. La situación que más permite elegir un determinado caudal de ingreso es la de aquellos que poseen algún tipo de reservorio, pero son muy escasos. En este punto es importante observar que la mayoría de los productores no manejan dimensiones de caudal recibido en términos de volumen por unidad de tiempo, sino que lo asocian a la altura del tirante en la sección de entrega del agua. Ese tirante está directamente relacionado a la cantidad de vueltas que se le tienen que dar a la compuerta para lograrlo, por lo que es frecuente escuchar referirse a los caudales en términos de “roscas”, que es el estimador más simplemente observable.
Sin embargo el caudal que sí es una variable de manejo posible de modificar es el unitario, es decir, el caudal ingresado por surco o por metro de ancho de melga. Luego de numerosas mediciones, se ha observado que existe una menor variabilidad de estos caudales unitarios (cuyo promedio ronda los 2 l/s) que en los caudales de manejo (cuyo rango va de 18 a 380 l/s). Esto demuestra que si bien las situaciones son diversas y que los caudales de manejo varían, existe una capacidad de manejo que permite reducir esa variabilidad para adaptarla a las necesidades del riego superficial. Esto no quiere decir que los productores demuestren capacidad de adaptación frente a la posibilidad de recibir caudales diferentes a los que tradicionalmente reciben, sino que en general tienen una noción acertada del caudal que debe ingresar a un surco o una melga para un avance adecuado.
No obstante, frente a un escenario de escasez hídrica que se agudiza y que obliga a adaptaciones en el sistema de captación, distribución y uso del agua para aumentar la eficiencia de aprovechamiento, es necesario apuntalar la capacidad de los regantes de adaptarse a situaciones variables. Es muy probable que las alteraciones que se están produciendo a nivel de cuenca provoquen un cambio en los caudales de entrega incluso dentro de la misma temporada de riego, ya que se espera que la oferta se vaya ajustando cada vez más a la demanda real de los cultivos y de los usos culturales. Adecuar la metodología de riego a esta nueva normalidad será una de las claves para asegurar la sostenibilidad de muchos sistemas productivos. Que los regantes desarrollen la capacidad de manejar distintos caudales de ingreso es, por lo tanto, crucial. Por lo pronto hemos confirmado que existe una idea más o menos homogénea del caudal que debe ingresar a un surco o melga, de manera tal que el avance resulte adecuado, y puede ser un punto de partida para pensar estrategias de adaptación. Manejar tapadas variables, adecuar los tiempos de riego, son habilidades a adquirir y sobre las que se debe hacer foco.
d) Sistema de riego: melga versus surco
Dentro de esta discusión está la inevitable comparación entre los sistemas de riego más empleados en la zona. Según lo relevado, más del 65% de los productores que realizan riego superficial, lo hacen a través del método de melgas. Si bien la definición de melgas en una propiedad no es tan exacta, pues muchas veces el avance se hace por surcos poco profundos, en general se ha definido que un método de riego por melgas es aquel en el que se usa todo el ancho entre hileras para regar, exceptuando los bordos que las delimitan. En esta metodología de riego se produce una inundación de toda la superficie de la tapada. Si bien los datos resultantes no indican una diferencia estadísticamente significativa de eficiencias de aplicación medias entre ambos métodos de riego, se puede observar una tendencia a una mayor EAP en los riegos con surcos (70,2%) que en los riegos con melgas (65,1%). Donde la diferencia sí resulta destacable es en la uniformidad de distribución, en donde el riego por surcos tiene una media de 87,1% y el riego por melgas de 75,1%. Esto puede deberse al mejor tiempo de avance que se produce en el sistema por surcos, que limita el frente de agua, logrando mejores velocidades. Esto permite reducir el tiempo de oportunidad de los sectores más perjudicados, mejorando la distribución a lo largo de la unidad de riego.
Figura 3: Conducción por surcos
Figura 4: Riego excesivo en época de baja demanda
A nivel de criterios de riego, la costumbre de “inundar” las parcelas mojando toda la superficie, provoca en los regantes una sensación de suficiencia que no es tan común en los riegos por surcos. Dicha sensación, cuando no se consideran los requerimientos reales del cultivo, puede llevar a riegos excesivos bajo la idea de que es necesario cubrir toda la superficie con una altura determinada de agua. El cambio cultural tiene que ver en primer lugar con la idea de que la conducción del agua por surcos es necesaria para lograr un avance rápido y, para eso, los surcos deben estar bien marcados y profundizados, y en segundo lugar con que la inundación de las unidades de riego es desaconsejable, ya que no asegura un riego eficiente y lleva a una errónea percepción sobre la cobertura de las demandas del cultivo.
e) Infraestructura de riego
La sistematización de las parcelas hace a la eficiencia de riego, en tanto permite dividir y dirigir los caudales disponibles hacia los surcos o melgas. Las características que una buena sistematización debe cumplir tienen que ver con la capacidad de regulación de los caudales, la estanqueidad en el ataje del agua y la reducción de las pérdidas por escurrimiento o infiltración. La sistematización parcelaria incluye desde la toma de ingreso a la finca a las acequias de conducción interna, las regueras de distribución, las bocas de ingreso y las contraacequias.
La conducción del agua desde la toma hasta la boca de las hileras suele presentar problemas que son frecuentes de observar. Uno de ellos es la falta de mantenimiento de las acequias y las estructuras de ataje antes del riego, lo que ocasiona que muchas veces el ingreso de agua se vea obstaculizado por la presencia de malezas, hojas y restos vegetales o basura que se acumulan durante el período de corta o entre turnos. Otro problema frecuente es que se produzcan desbordes de agua por falta de capacidad de conducción de la totalidad del caudal o por rotura de los bordos. El desmalezado y la limpieza de los cauces debe ser una práctica que debe realizarse con frecuencia, al menos una vez al mes, dependiendo de la presión de malezas que exista y de la cantidad de basura en los canales (por ejemplo de hojas en otoño, o de basura en los cauces que atraviesan centros urbanos o zonas residenciales). Si se trata de cauces de tierra, el desmalezado se aconseja hacerlo sobre el fondo y las paredes del mismo, ya que las plantas que crecen sobre los bordos y los contornos ayudan con sus raíces a fijar el suelo y mantener así las dimensiones del cauce.
Figura 5: Sistema de derivación mediante marcos de hormigón y compuertas
Una práctica desaconsejable es la de armar y desarmar las regueras con frecuencia, práctica que se observó en algunos casos. Si bien en algunas fincas resulta inevitable realizar esta práctica por imposibilidades en la nivelación de la parcela para el ingreso del agua y de la maquinaria a la vez, esto debe ser una consideración que debe tenerse en cuenta al momento de diseñar la implantación de un cultivo. En varias propiedades esta situación se ha solucionado mediante el uso de sifones o tubos de hormigón en las bocas que atraviesan los callejones por debajo, permitiendo el ingreso de tractores sin necesidad de modificar la traza de las acequias conductoras. Este sistema es el más recomendable, ya que la canalización del agua a través de sifones permite a la vez una mejor operatividad en la apertura y cierre de las bocas. La impermeabilización de las acequias se aconseja en la medida de lo posible, y más marcadamente en recorridos muy largos (mayores a los 200m) y en suelos muy arenosos, en donde las pérdidas por infiltración terminan impactando considerablemente en el aprovechamiento general del agua. La impermeabilización puede hacerse con hormigón, ladrillos o plásticos. Suele ser necesario impermeabilizar también aquellos tramos en los que la erosión del suelo es muy probable, como pueden ser curvas pronunciadas en la traza o en el fondo de las caídas de agua.
La sistematización se completa con un adecuado sistema de ataje y derivación del agua que asegure la estanqueidad del agua en una determinada acequia para elevar el nivel del agua y permitir su ingreso a las unidades de riego. Los elementos utilizados impactan de forma crítica en la operatividad de la tarea de riego, en la facilidad para manejar, dividir y conducir el caudal de agua que ingresa a la propiedad. Un riego puede ser excesivamente laborioso o demandante de mano de obra si las herramientas para el ataje son inadecuadas o se encuentran en mal estado. En la práctica se encuentra una gran diversidad de sistemas de ataje y derivación: desde tapones de tierra hasta marcos de hormigón con compuertas. Cada sistema presenta ventajas y desventajas que los hacen más o menos preferibles según el caso. Los tapones de tierra, por ejemplo, implican más trabajo y son susceptibles a desarmarse, produciendo pérdidas, por eso son altamente desaconsejables en casos de suelos de textura liviana y en acequias que transportan grandes caudales; sin embargo son ampliamente utilizados en apertura y cierre de bocas. Los marcos de hormigón representan una mejora en las sistematización del riego, ya que pueden garantizar una mejor estanqueidad del agua, y optimizan considerablemente la operación del riego, facilitando la apertura y cierre de bocas y el control de los caudales que se ingresan a las unidades de riego o tapadas. Ese control resulta crucial para lograr los máximos niveles de EAP posibles dentro de lo que se considera un manejo racional del agua, como se explicó anteriormente.
Figura 6: Sifones que conducen el agua por debajo del callejón
Una mención aparte merecen las denominadas lonas de riego, que consisten en lonas plásticas de nailon o pvc, de 200 a 300 micrones unidas a un poste que se coloca transversalmente sobre el cauce. La lona se extiende aguas arriba y se sella con elementos de peso o tierra. Estas lonas tienen una serie de ventajas comparativas interesantes respecto de otros sistemas. Las lonas plásticas están ampliamente difundidas en el medio, siendo introducidas por horticultores y luego ampliándose su uso a otro tipo de producciones agrícolas. La principal ventaja de esta herramienta es su versatilidad asociada al bajo costo de producción, lo que le permite al productor utilizarla en una gran variedad de situaciones. Esta característica tiene una particular importancia, ya que una mayor capacidad de adaptación se vuelve crítica para el mantenimiento, la subsistencia y el desarrollo de las unidades productivas frente a las consecuencias no deseadas de una mayor restricción hídrica, y el aporte de las lonas plásticas en este sentido es considerable. Además, un buen sistema de ataje y derivación de los caudales permite un mayor control sobre la dotación de agua que se entrega a los cultivos, ampliando el margen para mejorar la eficiencia de riego, al entregar caudales regulados.
Figura 7: Sistematización en cabecera de la unidad de riego
Las lonas regadoras pueden ser usadas en hijuelas, regueras y contraacequias de una parcela con el objetivo de embalsar el agua para ingresarla a una determinada unidad de riego o tapada. También pueden ser utilizadas a manera de compuertas sobre las bocas de ingreso a surcos o melgas. Las mismas lonas que son utilizadas como lonas regadoras pueden ser utilizadas en la impermeabilización de canales y acequias que tengan una alta tasa de infiltración, para mejorar la estanqueidad de las compuertas de machimbre o chapa, entre otros usos. Entre las ventajas podemos resumir:
- Las lonas regadoras ofrecen un gran número de ventajas como elementos de ataje y derivación del agua.
- Son herramientas fáciles de construir y con materiales accesibles y disponibles en el medio.
- El costo de armado es muy bajo y no requiere mayores conocimientos técnicos.
- Se adaptan a una gran variedad de secciones y caudales de manejo, pudiéndose trabajar cómodamente con ellas con caudales de entre 10 y 300 l/s.
- Son elementos portátiles que pueden trasladarse e instalarse en distintos puntos de la finca según la necesidad del regante, otorgándole mayor capacidad de adaptación frente a caudales de manejo variables.
- Existen adaptaciones en la construcción de las lonas que permiten la regulación del caudal en el tiempo.
- Se trata de una tecnología con una amplia apropiación por parte de diversos productores de la zona (principalmente hortícolas).
- Ahorran tiempo y esfuerzo en la operación de riego.